Presentamos a continuación como un homenaje a Julio Cesar Benavides una de sus obras mas bellas como es el poema dedicado a Gualmatán. Un canto a la vida de hombres y mujeres que mágicamente germinan y se desenvuelve en la agraciada tierra “Balcón florido”del Señor de los Milagros.
MI TIERRA
No sé que tiene ese rincón querido
do el nombre nace, que su vida encierra,
ese pedazo del edén perdido
ese que llama cada cual su tierra.
No se qué tiene para el alma triste
ese recuerdo de la edad primera
que de la tumba hasta el umbral persiste
como viva y tenaz enredadera.
Ojos de madre como el mar profundos
la infancia vio mirándola con ellos
puros… como un destello de los mundos
dulce como una risa de los cielos.
La infancia! Bella realidad de un día
La infancia! el gran recuerdo de mañana
cuan de lejos nos llama.
más adorable cuanto más lejana.
Por eso el alma se encariña al suelo
por eso en cada flor y en cada piedra
con fuerza el hombre entrelazó su anhelo
como al torreón se entrelazó la hiedra.
Y ama el pastor las vírgenes praderas
nativo edén del maternal cariño
y ama el gayán las auras montañeras
porque a su arrullo se meció de niño.
Cuantas cosas recuerdan a la aldea
cuantas cosas el pueblo en que nacimos;
ese árbol que su fronda balancea
aquel peñón que con asombro vimos.
Cuantos recuerdos de emociones idas
la sacra voz del viejo campanario;
esas que el corazón guarda escondidas
entre aromas divinos de incensario.
Gualmatán, tierra de mi amor querida
sagrada herencia de mis padres eres,
pasión de las pasiones de mi vida
que en el altar de mi alma nunca mueres.
Tierra que miras al cenit profundo
como escuchando vibraciones de arpegios
como atisbando al hacedor del mundo
desde la cumbre de los Andes regios.
Atalaya de vastos horizontes,
yacente ves la tierra provinciana
y allá al confín de los andinos montes
del Chiles y el Cumbal la frente cana.
Florón de luz, tu cielo despejado
tiene esa gran sublimidad profunda
que ostenta en tus inviernos si enlutado
de oscuras nieblas en un mar se inunda.
Más no es esa tu gloria tierra mía,
ni son esos tus mágicos primores:
ese azul que se pierde en lejanía
ni ese sol irradiante de esplendores.
Ni son tus campos que en jardín dilatas
el mejor timbre de tus caras glorias
ni praderas con oro de yamatas
ni el gramal con estrellas de achicorias.
No es el fruto de ubérrimos papales
que mayo siembra, que recoge Octubre
ni el vaivén de amarillos cebadales
que el viento a besos, removiendo cubre.
Ni tus montañas seculares y hondas
do hizo de musgos soledad cortinas
para colgar al hojarasco frondas
y el tronco embellecer de las encinas.
Ni sus altos páramos sombríos
do temes viento tempestad recelas
ni tus eternos helechales fríos
ni el exquisito agraz de tus piñuelas.
Una es la estrella de vivos esplendores
que baña en luz el cielo de tu historia
y en tu jardín de perfumadas flores
sólo uno es el botón, una es tu gloria.
Esa que sabe a redención divina
y a comunión del cielo con la tierra,
esa que muestra al alma peregrina
lo que la honda eternidad encierra.
Esa que atrae de remotos mundos
en busca de ignoradas alegrías,
turba de corazones sitibundos
perenne desfilar de romerías.
Gualmatán de tus glorias lisonjeras
solo una tienes de inmortal memoria
dicha mayor no pidas, más no quieras,
Jesús de los Milagros es tu gloria.
JULIO CESAR BENAVIDES CHAMORRO
MI TIERRA
No sé que tiene ese rincón querido
do el nombre nace, que su vida encierra,
ese pedazo del edén perdido
ese que llama cada cual su tierra.
No se qué tiene para el alma triste
ese recuerdo de la edad primera
que de la tumba hasta el umbral persiste
como viva y tenaz enredadera.
Ojos de madre como el mar profundos
la infancia vio mirándola con ellos
puros… como un destello de los mundos
dulce como una risa de los cielos.
La infancia! Bella realidad de un día
La infancia! el gran recuerdo de mañana
cuan de lejos nos llama.
más adorable cuanto más lejana.
Por eso el alma se encariña al suelo
por eso en cada flor y en cada piedra
con fuerza el hombre entrelazó su anhelo
como al torreón se entrelazó la hiedra.
Y ama el pastor las vírgenes praderas
nativo edén del maternal cariño
y ama el gayán las auras montañeras
porque a su arrullo se meció de niño.
Cuantas cosas recuerdan a la aldea
cuantas cosas el pueblo en que nacimos;
ese árbol que su fronda balancea
aquel peñón que con asombro vimos.
Cuantos recuerdos de emociones idas
la sacra voz del viejo campanario;
esas que el corazón guarda escondidas
entre aromas divinos de incensario.
Gualmatán, tierra de mi amor querida
sagrada herencia de mis padres eres,
pasión de las pasiones de mi vida
que en el altar de mi alma nunca mueres.
Tierra que miras al cenit profundo
como escuchando vibraciones de arpegios
como atisbando al hacedor del mundo
desde la cumbre de los Andes regios.
Atalaya de vastos horizontes,
yacente ves la tierra provinciana
y allá al confín de los andinos montes
del Chiles y el Cumbal la frente cana.
Florón de luz, tu cielo despejado
tiene esa gran sublimidad profunda
que ostenta en tus inviernos si enlutado
de oscuras nieblas en un mar se inunda.
Más no es esa tu gloria tierra mía,
ni son esos tus mágicos primores:
ese azul que se pierde en lejanía
ni ese sol irradiante de esplendores.
Ni son tus campos que en jardín dilatas
el mejor timbre de tus caras glorias
ni praderas con oro de yamatas
ni el gramal con estrellas de achicorias.
No es el fruto de ubérrimos papales
que mayo siembra, que recoge Octubre
ni el vaivén de amarillos cebadales
que el viento a besos, removiendo cubre.
Ni tus montañas seculares y hondas
do hizo de musgos soledad cortinas
para colgar al hojarasco frondas
y el tronco embellecer de las encinas.
Ni sus altos páramos sombríos
do temes viento tempestad recelas
ni tus eternos helechales fríos
ni el exquisito agraz de tus piñuelas.
Una es la estrella de vivos esplendores
que baña en luz el cielo de tu historia
y en tu jardín de perfumadas flores
sólo uno es el botón, una es tu gloria.
Esa que sabe a redención divina
y a comunión del cielo con la tierra,
esa que muestra al alma peregrina
lo que la honda eternidad encierra.
Esa que atrae de remotos mundos
en busca de ignoradas alegrías,
turba de corazones sitibundos
perenne desfilar de romerías.
Gualmatán de tus glorias lisonjeras
solo una tienes de inmortal memoria
dicha mayor no pidas, más no quieras,
Jesús de los Milagros es tu gloria.
JULIO CESAR BENAVIDES CHAMORRO
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